Fundamentalismo, extremismo y el papel de la Iglesia

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El texto original fue publicado en MECC el 24 de febrero de 2021. Traducción y publicación por maronitas.org con la autorización expresa y petición de The Middle East Council of Churches.

 

Dr. Michel E. Abs

Secretario General del Consejo de Iglesias del Oriente Medio

El fundamentalismo es una ideología que somete, a los individuos y a los grupos, a todo el sistema de creencias y rituales de un pensamiento sin ninguna flexibilidad ni aceptación de la diferencia con el otro.

Los fundamentalistas manejan sus creencias con una lógica rígida que no acepta el diálogo. Es el endurecimiento de la letra contra el alma y la mente. Los fundamentalistas consideran su causa como una dimensión universal y eterna, ya que se consideran responsables del destino de la humanidad a través de su fe. Además, los fundamentalistas consideran a las personas extrovertidas y dialogantes de su comunidad o de su entorno como los principales enemigos de esta sociedad.

Los investigadores en este campo creen que los fundamentalistas de todo tipo tienen la misma estructura mental y los mismos valores. Se ha demostrado que cuanto más avanza la modernidad en la sociedad, más se arraigan los fundamentalistas en su aislamiento. Además, tienen una postura defensiva frente a todo lo que ocurre a su alrededor, ya que lo consideran una amenaza para ellos al igual que se consideran una élite elegida cuya misión es salvar a la humanidad.

Además, los grupos fundamentalistas son capaces de promover liderazgos con alto carisma para dirigir sus grupos afiliados.

En cuanto al extremismo, es el conjunto de ideas y acciones consideradas fuera de lo común e incompatibles con el mundo real. El extremismo es una mentalidad que se aproxima a la radicalidad de pensamiento y a la cerrazón.

Por su parte, los sociólogos consideran que el extremismo constituye una desviación de las normas y reglas sociales y toma un cariz violento contra la sociedad o contra el resto del propio grupo, por lo que el extremismo supone una amenaza para la estabilidad social y la paz civil.

El extremismo de todo tipo crece en sociedades cerradas que no están sujetas a la interacción de ideas. También crece en sociedades en crisis que buscan soluciones a sus problemas básicos, o en sociedades con sistemas rígidos que no están sujetos al progreso. Además, el extremismo encuentra un terreno fértil para sí mismo en las sociedades jóvenes afligidas por las privaciones, el analfabetismo, la pobreza, la miseria, el atraso, el desempleo y otros factores similares. En esas sociedades, los modernistas no se atreven a expresar sus ideas por miedo al fundamentalismo, al extremismo y al “destino miserable”.

A la luz de la decadencia que experimentan muchas sociedades en nuestra era moderna, agravada por la pandemia, la degeneración económica, social y moral produce un ambiente fértil para el crecimiento de las tendencias fundamentalistas y extremistas. Esta realidad es un desafío que requiere la intervención de la Iglesia, con todas sus instituciones, para hacerle frente.

A través de sus tareas educativas, rehabilitadoras y de desarrollo, y de su labor preventiva en el ámbito social en sus diversas dimensiones, la Iglesia, por sus enseñanzas, su papel pionero y su modelo de vida como ideal que propone, es una respuesta directa, preventiva y reparadora de las situaciones de miseria, ignorancia, oscurantismo y extremismo, así como de las tendencias fundamentalistas que de ellas se derivan.

La Iglesia está llamada a continuar con lo que está haciendo, ya que se ha demostrado que es la mejor red de seguridad social posible y la más eficaz en esta etapa de la historia de la humanidad. Hemos visto, en muchos casos de colapso social general, cómo la Iglesia llenó los espacios vacíos creados por las crisis a pesar de sus limitadas capacidades.

El amor ha demostrado que puede alimentar a los hambrientos, albergar a los sin techo y curar a los enfermos, ¡a pesar de sus limitados recursos!

¿No hizo el Señor lo mismo?

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