Roma, oraciones y un Pueblo Sometido

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El texto original fue publicado en MECC el 30 de junio de 2021. Traducción y publicación por Maronitas.org en colaboración con The Middle East Council of Churches.

 

Dr. Michel E. Abs

Secretario General del Consejo de Iglesias de Oriente Medio

 

Hoy voy a escribir sobre el Líbano, no porque sea mi patria, sino porque lo que están viviendo y sufriendo los libaneses ha superado todas las expectativas y toda la ciencia ficción. Si algún país pasa por los mismos sucesos que está viviendo el Líbano, todo el mundo tendrá el deber de escribir sobre ello.

En el Líbano hay cinco millones de rehenes, una gran parte de los cuales idolatra a sus verdugos.

En el Líbano hay hambre, pobreza, miseria, opresión, favoritismo, feudalismo político, impetración de la religión en la política y desprecio de las condiciones del país y de su pueblo.

En el Líbano escasean las medicinas, la leche infantil y los alimentos, por lo que el precio de estos productos necesarios está muy lejos del alcance de la gran mayoría del pueblo. Por ello, se ha hecho familiar la visión de los libaneses buscando su sustento en los contenedores de basura.

En el Líbano hay una grave escasez de fuentes de energía de todo tipo, lo que se traduce en un tropiezo de la producción y un fuerte descenso del nivel de vida.

En el Líbano, las organizaciones empresariales cierran sus puertas, los trabajadores son despedidos por millares y las familias se ven privadas de su sostén.

En el Líbano, los residuos se acumulan y envenenan la atmósfera, y nadie se preocupa.

En el Líbano, los jóvenes emigran en cantidades alarmantes en busca de una vida digna y un futuro mejor.

En el Líbano, los niños ya no juegan ni cantan... La alegría ha sido expulsada de sus vidas,

En el Líbano, la gente siente que el «Día D» ha llegado y que una catástrofe es inminente.

En el Líbano hay fuertes contrastes entre la extravagancia y la miseria, entre el lujo y el ahorro, entre la dignidad y la humillación, entre la honestidad y la hipocresía, y entre el patriotismo y la traición.

Porque en el Líbano está ocurriendo todo eso,

Y porque la indiferencia ha alcanzado su estado más alto,

Y porque el ácaro de la corrupción está erosionando los huesos de los valores y desmantelando las estructuras de la sociedad,

Y porque la dignidad humana ha perdido su sentido, salvando sólo a un pequeño número de personas,

Y porque las consideraciones terrenales ya no sirven ni para entender lo que está pasando ni para sacar al país del atasco en el que se encuentra,

Y porque sólo una fuerza no física, invisible, más allá de cualquier medida y no vista, nos salvará de nuestra depresión y confusión,

Su nombre es la misericordia de Dios.

Por todo ello, fue necesario que los líderes espirituales del país acudieran a Roma, invitados por Su Santidad el Papa, para realizar una jornada de oración y meditación por el Líbano.

Las fuerzas terrenales ya no sirven,

Los discursos pétreos están desfasados, y los planes no funcionales empeoran las cosas.

Por eso es necesario recurrir al poder de dirigirse al Creador. Quizá lo que estamos viviendo sea una lección para nosotros, las criaturas.

Nuestros líderes espirituales han captado sin duda el significado de lo que está ocurriendo en la tierra del Líbano, y han hecho lo mejor que han podido con toda su energía y voluntad.

Las instituciones religiosas no son un Estado y no pueden sustituirlo, como tampoco lo son los fondos de ayuda o las organizaciones de desarrollo de carácter civil.

No hay sustituto para un Estado capaz y desprovisto de cualquier interés creado para frenar las energías de la gente y llevar a la sociedad hacia el bienestar.

En cuanto a los líderes religiosos, no pueden hacer más de lo que ya han hecho, ya sea de palabra o de obra.

Por ello, la Cátedra de Pedro les ha llamado a la oración.

A través de la oración y la meditación, bajo los ojos del mundo, y especialmente bajo los ojos de nuestro pueblo doliente, el pueblo recordará que el Poder del Todopoderoso sólo le dará el impulso suficiente para atreverse a soñar con la construcción de un mañana mejor y para empezar a construir este mañana, que es el menor de sus derechos.

A través de la oración y la meditación, el pueblo recordará que hay un único Dios, un Ser Celestial, al que adora y al que acude en las calamidades, y que los «dioses» terrenales que ahora adora no son más que un puñado de polvo, como lo son todos los hombres.

La contemplación y la oración en la que participarán los prelados de la Iglesia del Oriente se realiza en colaboración con los no cristianos de nuestra nación, una colaboración que Su Beatitud el Patriarca Juan X subrayó en las visitas que realizó a los líderes religiosos islámicos del Líbano antes de su viaje a Roma. Juntos discutieron la necesidad de convocar una cumbre espiritual tras el retiro de Roma.

La meditación y la oración en Roma, el 1 de julio, fueron precedidas por una jornada de oración por la paz en Oriente, el 27 de junio, precedida por la lectura de un texto escrito por Su Beatitud el cardenal Mar Raphael Sako para esta ocasión.

El Líbano forma parte de este Levante, que ha sufrido y sigue sufriendo a los que están cerca y a los que están lejos. Al constituir su eslabón más débil, las catástrofes de este Levante se vierten sobre él y se suman a su agravio y devastación.

Ya es hora de que este curso crónico de los acontecimientos termine.

¿No merecen los libaneses, y los levantinos, el derecho a una cierta estabilidad?

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